miércoles, 14 de octubre de 2009

Octubre: Mes de la Familia

La familia tiene la característica de que con ella se comparten tantas cosas que si no existiese cada uno de nosotros, indudablemente, tampoco existiría. Esto significa que la familia es importante, pone su pensamiento en cada uno, en las penas, en las alegrías, se preocupan, se alegran por cada uno.

Y dirán: eso también lo pueden hacer los que no son familia. Es obvio. Lo hacen los amigos y con fuertes lazos. La particularidad es que en cada circunstancia hay algo más: el amor parental. Un amor incondicional, recíproco, a veces silenciado y desagradecido, pero con plena confianza y extrema gratuidad.

Una familia feliz en su conjunto lo es cuando vive la fe como algo heredado y esto cobra un sentido para alcanzar su fin. La familia es la portadora de fe y ofrece la dicha de poder descubrirla y acrecentarla a lo largo de la vida. Todo ello con la ayuda de una nueva familia formada, ahora sí, por amigos unidos con los que compartir lo mismo.

Cuando me paro a pensar cómo es mi familia me vienen recuerdos. En primer lugar de mi madre. La que gestiona, sustenta y organiza el hogar. Trabaja sin parar para que estemos a gusto en casa. Desde el silencio, el sacrificio, y muchas veces, con lloros, pues sufre por nosotros. Mi padre, aparentemente más alejado y despreocupado, siempre apoya a la figura materna, aportando consejos, vigilando que las vidas de cada uno no tengan agujeros negros. E incluso, tomando la iniciativa para que la familia sea el referente en nuestras vidas.

Lo que más se puede valorar en cada familia es la lucha para que sus hijos reciban una educación acorde con sus ideales, tanto evangélicos, como ciudadanos, para saber convivir y desarrollar la vida en sociedad y no debe permitir que nadie sea intruso en este cometido.

La familia ayuda a crecer. Enseña lo que desconocemos y nos pone de pie cuando empezamos a andar y nos caemos. La familia debe ser consecuente consigo misma. Debe enseñar a amar a las personas, al mundo, la naturaleza. Pero a amar de verdad. A alegrarse de los gozos de los amigos y a reconocer las satisfacciones de la gente.La familia es feliz en su conjunto cuando cada uno de sus miembros lo es. De hecho, desea la felicidad de cada uno. Por ello, debemos ser agradecidos con la familia, ¿por qué poner mala cara si se puede sonreír? ¿Por qué nos quejamos si nuestras preocupaciones son inmundicia ante las injusticias del mundo? ¿Qué me sirve tener riquezas si eso no me va a servir para ser persona? ¡Si es dando cuando más se gana!

Personalmente, casi todo lo que sé lo he aprendido de mi familia. No me dirán que no es grande.
Debemos celebrar tener una familia ya que es la piedra angular.

No hay comentarios:

Publicar un comentario